Nombres....

Y es que, a veces, no nos damos cuenta pero cuando le ponemos nombre a algo, deja de ser algo para ser algo tuyo. Justo en el momento que le ponemos nombre a algo, automáticamente, le cogemos cariño.
A mí también me pasó. Tenía el pelo castaño oscuro, casi negro. Los ojos color miel. Los dientes perfectos. Las manos pequeñas. La espalda grande y el corazón pequeño. Pero yo lo llamé Pavi. Y aunque tuve otros nuevos y pude cambiarlo cuando me hizo llorar,  ya era tarde, él ya no era cualquier cosa, ya le había puesto nombre. Era Pavi. Era mi Pavi.


Era un Pavo. Pero era mi Pavo.


Hay nombres que son muy importantes. Porque lo peor de perder a alguien es pasar de llamarlo por tu nombre a llamarlo por el nombre que le asignaron otros al nacer.


Porque lo peor de perder a alguien, es pasar de llamarlo cariño, colega, gordito, churri...a llamarlo Pepe.